Considero la espiritualidad el camino de auto conocerse y, por esa vía, despertar a la claridad de que soy responsable (no víctima) de lo que sucede en mi vida. Atestiguar cómo me relaciono con mis sentipensamientos y con cuanto me acontece es el eje, pues, de la senda espiritual. En tanto comprendo esto, empiezo a liberarme de la esclavitud de la ignorancia y la ilusión. Nadie más tiene poder para actuar dentro de mí. Solo yo tengo ese don. Cada una de mis acciones y reacciones, de mis síntomas, afectos y sueños, refleja algún contenido mental, y todo en mi vida me simboliza y representa: la forma como duermo, mis actos conscientes y preparados, lo que llamo accidentes y destino. «Lo que no se hace consciente la vida lo pone como destino», decía Jung.
¿Pero cómo y de qué manera aterrizar este globo? En tanto observo mis acciones y conductas, (físicas, reacciones emotivas, narrativas mentales) encuentro que todo acto innecesario de mi parte, cualquier acción de más o faltante, es neurosis. Un estado de nervios, como puede ser una creencia limitante, el temor a doler o a ser rechazado, puede en cierto modo llevarme a actos generadores de dolor. Llenar de más mi soledad o un encuentro con alguien es semejante a maquillarse o arreglarse más de la cuenta, por inseguridad, al proyectar el poder afuera, sin validarlo en mí.
A veces me veo creyendo o soltando palabras u acciones fútiles. Son modos de lidiar con dolores que prefiero evitar. Cierto es que el dolor es natural a la vida. La Primera Verdad Noble de Buda dice «Vivir duele», y saberlo nos sirve de mapa para aceptar y bien navegar esta condición humana. Aprender a relacionarme tranquila, amable y límpiamente con mi dolor es un arte del camino espiritual para, al menos, evitar generar más dolor. Lo que me atañe es limpiar mi mente corazón. Reconocer el dolor sin darme palo, de modo suave, amistoso, es una habilidad que se desarrolla. La pregunta es: ¿Qué hacer entonces con la neurosis surgida de mí? ¿Cómo andar la vida con bondad en medio de tanto dolor derivado de acciones y reacciones innecesarias? ¿De qué manera sortear un camino repleto de doler y aún así germinar algo bello?
Cuando me percato de un acto mío que genera dolor, lo mejor es reconocerlo (para mí) y aceptarlo sin darme duro. En caso de que me vea juzgando, pues admito el hecho de estar juzgando, ésta vez sin darme tanto palo. Reconocer mis miedos, durezas y fallas exige honestidad, y a la vez enseña a ser humilde. Aceptar que cometo actos torpes y no soy perfecto es sano. Juzgarme por alguna necedad, en cambio, agrega dolor, lo cual sería otro acto fallido de mi parte. Y añade soberbia. ¿Cómo? Así: en caso de mucho juzgar, bien cabe donarse el cesar de exigir perfección, léase perdonar, y sembrar humildad.
La mucha crítica y ausencia de suavidad empeora nuestra vida hasta donde nos cansemos de ello. Solo un cambio de actitud hacia ser generoso y menos puntilloso nos permite asumir errores y miedos con más frescura. Este giro de actitud hacia mayor bondad y tranquilidad surge en la medida en que aprendo a estar en paz con el dolor, un paso clave en el proceso de amistarse. Si pienso o hago algo que genera dolor y me doy cuenta, intento transformar eso en algo más grato a mi corazón. Transformar el plomo en oro, el dolor en paz, exige, pues, humildad, honestidad y coraje. Pero si no logro cambiar eso en mí, siempre puedo aceptarme y amistarme como soy, en mis limitaciones y torpezas. Es saberse aprendiz de la vida, no maestro. Si bien el dolor es natural a nuestra condición humana, sufrir es un añadido innecesario que agregamos justamente al no lograr relacionarnos de modo directo y sencillo con el dolor.
Así pues, reconocer, amistar y transformar nuestros gestos y aspectos que traen dolor son tres fases enlazadas del proceso de jardinear y limpiar la mente corazón. Si sé que las tres fases se conectan y retroalimentan entre sí, nombrar, aceptar y trabajar con cada necedad particular y cada detalle único exige puntualidad y presición científica: la ciencia de saberse a sí mismo objeto de estudio y, a la vez, ser quien lo estudia.
Sólo en la medida en que logro percatarme de alguna creencia o impulso mío que podría hacer daño en una situación dado, tengo suficiente espacio interior para darle otro rumbo u otra forma a esa energía y, así, dejar de actuar lo que no deseo. Se requiere acechar y conocer muy bien el cómo y para qué de ese impulso particular en mí. Reconocer un estado de mal genio, por ejemplo, demanda honestidad para ver y nombrar ese detalle: ¡Estoy malgeniado!, me digo con suavidad, sin malgenio. Y al no creerme superior a mis frutos, aprendo humildad, bondad. Así voy logrando acceder al coraje de trabajar con ese aspecto hasta hacer de ello algo benéfico; como dicen los hindúes, algo que le guste a los dioses.
La honestidad para ver la complejidad de mis narrativas mentales y de mis acciones va ayudando en hacerme un poquito más sabio, al entender que en realidad nada es simple ni de dos colores. Vease a Manjrushi en la tradición tibetana. La humildad que enseña el aceptar mis crencias, mi dolor y mis errores, ayuda a tornarme más dulce y compasivo. Vease a Avalokiteshvara. Y el coraje de trabajar con esos procesos tóxicos me fortalece. Vease a Vajrapani. El significado para mí más representativo y claro del mantra Om mani padme hum, es Omni sabiduría y bondad en mí corazón.
A medida que avanzo mi potencia espiritual puede serme útil el mapa RAIN, en el que R significa reconocer, A significa aceptar y amistar, I es investigarse, y N implica no negar nada y negociar. Reconozco cómo es que me impacta una situación y de qué modo afecto, yo también, a otros. Acepto cada fenómeno surgido en mí y en otros; en caso de que lo surgido sea conflicto y pelea, acepto eso también, sin evitar doler, y sin agregar reacciones tóxicas. Investigo en mí esos efectos y karmas sin hacer negación, dispuesto a negociar (en paciencia, sin juzgar, o aceptando en caso de que lo que vea sean juicios, etc) y a trabajar con el plomo para transformarlo en oro. Así voy trayendo a la luz elementos de la sombra y voy tejiendo e integrando una espiral benéfica en mi mente corazón.
Conviene recordar que ningún detalle es simple. Ya lo sé, todo es interdependiente y se entrelaza. Cada detalle que reconozco implica revisar entero el proceso RAIN (reconocer, aceptar, investigar, no negar). Y cada detalle con el que trabajo, a su vez activa y jalona la emergencia en la consciencia de más elementos a los que se hace necesario reconocer, amistar, integrar, pues cada aspecto va hilado a otra nimiedad, dado que su surgimiento es dependiente de elementos siempre más sutiles. Nada anda suelto en la urdimbre de la vida. Lo bello es que a medida que jardineo el alma me topo más a menudo con el Buda en un abrir y cerrar de ojos. Entonces los demonios que antes se hacían tan descomunales y terroríficos van perdiendo fuerza.
Om mani padme hum.
Sabiduría y bondad en la mente corazón.
Escribiste necedad o necesidad? Me alimenta esta escritura del camino del corazón , gracias
Me ha calado el corazón cañón, tuve una situación compleja y ahora veo que no lograba reconocer el puntito negro que socavaba mi interior …. Magnas palabras, espectacular escrito